EL ERMITAÑO
Érase una vez un hombre gris que creía que era feliz en su soledad. Sin contacto con el mundo exterior disfrutaba de su rutina como si fuera el mejor momento de su triste existencia cada día.
-Soy exactamente lo que nadie está buscando- repetía sin cesar en su mente.
El Ermitaño, se regía por unas costumbres
Tuvo la ilusión, por un momento, de que no estaba solo. Y lo que antes parecía felicidad, se convirtió en hastío.
El Ermitaño dejó a un lado su soledad porque descubrió los tonos y los matices que una chispa de claridad deja a su paso. Pero ese espíritu que él supuso correspondía a su otra mitad, en realidad, era un sueño. Decepcionado lo robó con engaños.
Las nubes del invierno, enfadadas por semejante sustracción, llegaron raudas para cubrir ese destello de sol que tímidamente atravesaba su ventana y el Ermitaño volvió a ser gris. Su castigo fue la soledad.
La vida es muy corta para encerrarse en una existencia lánguida y lúgubre. Si has visto el mundo de colores y te gustó, no robes lo que otros dibujaron, vuelve a pintarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario